Convencer a los argentinos de que quien gana las elecciones puede gobernar es materia mucho más complicada de lo que podría parecer en cualquier otro lugar del mundo. En Argentina la mayoría cree que, a la hora de la verdad, solo puede mantenerse en el poder quien cuente con el apoyo del peronismo y de la central sindical CGT. La creencia tiene base: los últimos presidentes no peronistas encabezaron gobiernos débiles, sufrieron un acoso brutal en la calle y no lograron terminar su mandato.
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Ese es el principal inconveniente con que arrancará este año el candidato de la Unión Cívica Radical (UCR), uno de los partidos más antiguos del país, pero que solo ha conseguido gobernar durante 27 años a lo largo de toda su historia. La UCR deberá forzar una segunda vuelta, seguramente contra la peronista Cristina Fernández de Kirchner, y persuadir a los electores de que su voto no solo es libre sino que es útil, porque será respetado.

Por el momento dos personas se disputan esa candidatura radical, Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz. Quizás sus programas políticos no sean muy distintos, pero sus enfoques y su imagen sí lo son. A los seguidores de Sanz les gusta hacer comparaciones, salvando todas las distancias, con Hillary Clinton y Obama. Él, por supuesto, se identificaría con Obama, luchando contra un apellido ilustre.

Para hacer frente al grave inconveniente señalado (aunque ganes, no gobiernas si el peronismo no lo quiere) los dos candidatos parecen tener estrategias diferentes. Ambos afirman que la sociedad argentina ha cambiado mucho con respecto a la de 2000, pero la imagen de Alfonsín se basa más en la idea de que un sector del peronismo no le odia tanto como para boicotearle, mientras que Sanz advierte a los ciudadanos que caer en semejante chantaje es indigno y antidemocrático. Nadie, absolutamente nadie, ni los peronistas ni los gordos (máximos dirigentes de la CGT) le impedirá gobernar si gana las elecciones, aseguró en la presentación de su campaña interna, en un gran teatro de Buenos Aires.

Para Sanz, un senador mendocino de 55 años, casado, con dos hijos, las elecciones internas son básicas. Solo aprovechando muy bien estas semanas (los radicales elegirán candidato a mediados de abril) puede lograr la notoriedad a nivel nacional que necesita como posible candidato presidencial. Consciente de su bajo perfil actual, se presentó en el teatro donde arrancó su primer acto electoral afirmando bien alto: "Hola, me llamo Ernesto Sanz y quiero ser presidente".

Primarias disputadas

En términos generales, una buena pelea interna, unas primarias disputadas, debería ser interesante para la UCR, si se utiliza como una oportunidad para atraer la atención de los medios y de los futuros votantes (las presidenciales son en octubre). Incluso Alfonsín debería estar interesado, porque en el enfrentamiento con Sanz podría limar algunas de las acusaciones de levedad o falta de peso que le persiguen desde hace tiempo. En cualquier caso, ha sido Sanz el que abrió la campaña interna y quien tiene prisa por debatir en público con Ricardo Alfonsín.

En su arranque electoral, el senador (que fue presidente de su partido y que tiene una gran experiencia política a la espalda) acentuó los rasgos de carácter, quizás perseguido por el fantasma de la presunta debilidad radical. Advirtió que no pedirá el voto para el radicalismo sino para un proyecto de país, una idea que defiende también el exministro Rodolfo Terragno, presente entre el público. "Basta de imaginar el futuro mientras otros gobiernan el presente", reclamó a sus seguidores.

Sanz se pronunció contra quienes miran al pasado. "Recordar y respetar a los muertos (sean Yrigoyen, Raúl Alfonsín o Néstor Kirchner) es de personas decentes, pero pedirles que nos indiquen el camino del futuro es pedirles demasiado", ironizó. "Este ha sido un Gobierno con cosas buenas y malas, pero ya no da para más", prosiguió. "Es el momento de que, con serenidad y firmeza, el pueblo argentino le diga a la presidenta, "Muchas gracias... y adiós".

Las palabras mas duras estuvieron referidas no tanto a la propia presidenta como al entorno peronista y sindical al que acusó de utilizar el miedo. "Quien siembra miedo, no quiere el progreso, quiere el poder", advirtió. "El kirchnerismo, obsesionado con mandar, se olvidó de gobernar". Sanz prometió bajar la inflación a un dígito (ahora ronda el 25% según consultoras privadas) y respetar los avances sociales.

"No soy un soñador, sino un político con experiencia", recalcó, "un político que ve que su país tiene una oportunidad y que la puede perder por mezquindad de sus gobernantes". Sanz reclamó seguridad contra el delito y el crimen organizado (a cuyos jefes prometió encarcelar) y criticó duramente a los sindicatos, "a quienes dicen que solo aceptan los resultados electorales cuando se traduce en un gobierno que les gusta". "A quienes se dicen representantes de los trabajadores y que en realidad se aprovechan del trabajo de los otros y se creen los dueños del país. Esto es un insulto a los argentinos y, además, ha dejado de ser verdad, porque hoy tenemos un Estado más sólido", terminó. Las primarias radicales no han hecho más que comenzar.

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